Hepatitis B y D

La mayoría de los casos de hepatitis B son de corta duración (los médicos la llaman hepatitis B aguda) y puede que solo se requiera reposo en cama y más líquidos. La hepatitis B aguda podría no causar síntomas o derivar en problemas (por ejemplo, fatiga o dolor abdominal) que varían de leves a graves. Si se recupera de una hepatitis aguda, tendrá inmunidad por el resto de su vida. 

Aproximadamente el 10% de las personas con hepatitis B aguda desarrollan la forma crónica (o duradera) de la enfermedad. Los bebés y los niños con hepatitis B aguda corren un mayor riesgo de presentar hepatitis B crónica. De hecho, cuanto más joven sea la persona al momento de contraer la enfermedad, mayor será el riesgo de infección crónica. Los síntomas podrían tardar años en aparecer y las personas pueden estar infectadas sin saberlo. En ocasiones, la hepatitis B crónica pasa desapercibida durante décadas y solo se la diagnostica cuando se presenta una enfermedad hepática grave.

La hepatitis D, la forma más grave de hepatitis, solo se presenta en personas que ya están infectadas por el virus de la hepatitis B. La mayoría de las personas con hepatitis D no manifiestan síntomas al principio; sin embargo, en otras personas con hepatitis B, los síntomas pueden empeorar. Las personas pueden contraer ambos virus al mismo tiempo (llamado coinfección) o contraer hepatitis D después de haber tenido hepatitis B (llamado sobreinfección). Tener ambas formas de hepatitis puede aumentar el riesgo de sufrir daño hepático y cáncer de hígado.

El análisis de sangre permite detectar los virus de la hepatitis B y D en el organismo y saber si la hepatitis B es aguda o crónica. También permite constatar si ya tuvo hepatitis B y actualmente es inmune a la enfermedad.

Su médico podría decidir extraer una pequeña muestra de hígado para analizarla y comprobar si hay daño hepático. 

Es una forma no invasiva de ultrasonido, denominada FibroScan, que permite determinar el grado de cicatrización del hígado (también conocida como fibrosis) como consecuencia de la infección por hepatitis B o D. 

Los estudios de imágenes pueden usarse para detectar el cáncer de hígado en personas con una cicatrización avanzada.

Si estuvo expuesto a la hepatitis B, su médico podría recomendarle que se vacune. Si la vacuna se administra en las 24 horas siguientes a la exposición, puede prevenir la infección por hepatitis B. La vacuna está disponible en los Estados Unidos desde 1991 para todos los recién nacidos y es obligatoria para concurrir a la escuela en muchos estados. También se recomienda a las personas de hasta 59 años que no hayan sido vacunadas y a los adultos de 60 años o más que corran un mayor riesgo de infección. 

Duke ofrece los últimos medicamentos antivirales para la hepatitis B. Estos medicamentos, que se toman en forma de pastilla una vez al día, pueden detener o ralentizar la reproducción del virus de la hepatitis B. Actualmente, se están probando medicamentos para tratar la hepatitis D y podrían estar disponibles pronto. Existen muchos tipos de medicamentos antivirales, por lo que su médico establecerá cuál es el mejor para usted.

Estos medicamentos refuerzan el sistema inmunitario para que pueda eliminar el virus de la hepatitis B. Se administran en forma de inyecciones durante seis meses a un año.

Si tiene lesiones graves en el hígado o cáncer de hígado, la mejor opción puede ser un trasplante de hígado. Su equipo de tratamiento evaluará exhaustivamente su afección para determinar si esta es la opción adecuada para usted.