Por lo general, los hombres con cáncer de próstata localizado (que no se ha diseminado fuera de la próstata) que no optan por la supervisión activa son tratados con cirugía o radioterapia. Por medio de estos métodos, se extirpa o se irradia la próstata, lo que puede llegar a dañar los nervios y las vías urinarias e intestinales. En consecuencia, suelen estar asociados a efectos secundarios que impactan en la función sexual, urinaria e intestinal.
La terapia focal utiliza técnicas de estudios de imágenes avanzados, como el ultrasonido y la resonancia magnética, para localizar con exactitud el tumor y minimizar el impacto del tratamiento en el tejido y las estructuras prostáticas circundantes que están sanos. Por lo tanto, es menos probable que la terapia focal provoque disfunción eréctil, incontinencia urinaria y problemas intestinales.
Dado que la terapia focal no trata toda la próstata, existe un mayor riesgo de que queden restos de cáncer o de que reaparezca. Por este motivo, es necesario acudir a citas periódicas de seguimiento para comprobar que el cáncer no vuelva a aparecer. Si vuelve a aparecer un tumor, es posible que se recomiende repetir la terapia focal o alguna otra opción para tratar el cáncer de próstata.