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Terrores nocturnos y sonambulismo

Los niños con problemas de sueño hacen que muchos padres pregunten a su especialista en pediatría: "¿Qué debo hacer cuando mi hijo grita por la noche?" Afortunadamente, la mayoría de estos fenómenos son temporales y desaparecen con el tiempo. Richard M. Kravitz, MD, especialista en pediatría en Duke certificado en medicina del sueño, nos informa lo que necesitamos saber y por qué no debemos preocuparnos.
El sonambulismo y los terrores nocturnos son dos de los trastornos del sueño más comunes reportados en la infancia. Estos, junto con los despertares confusionales, pertenecen a una clase de trastornos del sueño llamados parasomnias.
Si bien son inquietantes para los padres, estos eventos son benignos y autolimitados, y generalmente se resuelven en la adolescencia.
Fases del sueño
El sueño normal se divide en dos fases: sueño de movimientos oculares rápidos (REM) y sueño de movimientos oculares no rápidos (NREM).
La mayoría de las personas ha oído hablar del sueño REM. Sin embargo, el sueño NREM, menos conocido, representa la mayor parte del tiempo de sueño (alrededor del 75 por ciento).
El sueño NREM predomina en el primer tercio de la noche y los cambios repentinos fuera de sus fases más profundas (sueño de ondas lentas) son momentos en los que pueden ocurrir el sonambulismo y los terrores nocturnos, generalmente dentro de un par de horas después de que el niño se duerma. El sueño REM se registra más en las primeras horas de la mañana, momento en el que surgen los sueños y las pesadillas.
Las parasomnias se caracterizan por tener un fuerte historial familiar. El noventa por ciento de los niños con terrores nocturnos y el 80 por ciento de los niños que caminan dormidos tienen un familiar que ha mostrado un comportamiento similar.
En todos los casos, estas parasomnias son notables por no recordar el evento el paciente a la mañana siguiente. Cualquier factor que fragmenta el sueño, como la falta de sueño, enfermedades, fiebre o estrés, puede aumentar el número de estos eventos.
En general, el sonambulismo y los terrores nocturnos no están asociados con problemas psicológicos subyacentes.
Tipos de trastornos del sueño
Los despertares confusionales se asocian con lo que parecen ser despertamientos repentinos; el niño muestra confusión y desorientación. El niño se sentará con frecuencia, mirará alrededor de la habitación y posiblemente gime o tiene un habla o comportamiento inapropiado.
A pesar de parecer despiertos, todavía están dormidos. Los intentos de comunicarse con el menor serán infructuosos (a menos que el menor se despierte por completo). Los eventos tienden a durar varios minutos. Después, el niño se recostará y volverá a dormir normalmente. Estos eventos son muy comunes en la infancia, especialmente en menores de cinco años.
Los terrores nocturnos pueden ser eventos muy aterradores para la familia. Tienen muchos aspectos en común con los despertares confusionales, pero se asocian con el niño gritando y con una expresión de terror.
Con frecuencia se describen un aumento de la frecuencia del corazón, respiraciones rápidas, sudoración y pupilas dilatadas. A pesar de las apariencias, la persona sigue dormida.
Con frecuencia, los niños rechazan a los miembros de la familia que intentan brindarles consuelo; incluso podrían agitarse más por esta interacción.
Al igual que con los despertares confusionales, los episodios terminarán de manera tan espontánea como comenzaron. Si el niño se despierta de uno de estos eventos, no recordará el episodio y no podrá identificar ningún "sueño precipitante".
Esto contrasta con pesadillas (que se originan en el sueño REM y ocurren más tarde en la noche), para las cuales el niño generalmente puede describir sus sueños en detalle.
Los terrores del sueño pueden durar hasta varios minutos y pueden estar asociados con el sonambulismo. La incidencia general es del 3 por ciento en la infancia. Por lo general, ocurren entre los cuatro y los 12 años, con una incidencia máxima alrededor de los ocho.
El sonambulismo es caminar mientras se está dormido. El sonambulismo suele ser irregular y torpe, con el niño mostrando una expresión vacía en el rostro. El episodio puede ser más que solo caminar; se ha observado que los pacientes realizan maniobras complicadas o inusuales, como abrir puertas y salir, trepar por las ventanas o encender el gas en la cocina.
Al igual que con los terrores nocturnos, intentar despertar al niño puede asociarse con frecuencia a un comportamiento combativo. Los episodios pueden durar hasta 30 minutos, pero generalmente son más cortos. El sonambulismo es muy común, con una incidencia general de entre 1 y 15 por ciento (15 a 40 por ciento de la niñez lo experimentará al menos una vez en la vida, y 3 a 4 por ciento de la niñez tendrá episodios frecuentes).
La incidencia máxima ocurre entre los cuatro y ocho años. También se ha reportado una mayor incidencia de hablar dormido en pacientes que caminan dormidos (una incidencia del 30 por ciento en sonámbulos frente al 5 por ciento en la población general). Muchos niños con sonambulismo informan haber tenido despertares confusionales cuando eran más jóvenes.
diagnóstico y manejo
No se justifican pruebas de laboratorio para ninguna de estas afecciones; el diagnóstico se realiza únicamente a partir de la historia. Los estudios del sueño generalmente no son útiles a menos que estén presentes otros síntomas, como ronquidos o apneas. En ocasiones, se indica un electroencefalograma (EEG) para evaluar convulsiones en casos poco comunes.
La gestión de estas parasomnias es principalmente de apoyo. Dicho esto, hay varias acciones que los padres pueden realizar para minimizar el número y la gravedad de estos eventos.
Durante los eventos, es mejor que los padres los dejen fluir. Tratar de tranquilizar o despertar al niño puede hacer que el evento se vuelva más grave.
Para personas sonámbulas, es mejor intentar guiar suavemente al niño de regreso a la cama, donde frecuentemente continuará durmiendo. Es imperativo tener a la niñez en un entorno seguro para que no se lastime. Esto incluye mantener el piso libre de obstáculos, contar con una puerta en cualquier escalera y asegurar las puertas de la casa y las ventanas para que los niños no salgan al exterior.
Dado que la privación del sueño puede empeorar la situación, asegúrese de que el niño tenga una cantidad adecuada de sueño. Dormir bien cada noche de forma regular es importante. Las fiebres también pueden agravar la situación, por lo que es necesario controlar la fiebre durante las enfermedades.
No se indican medicamentos para estas afecciones a menos que resulten problemáticas. Las benzodiazepinas como diazepam (Valium) pueden reducir la incidencia y la gravedad de los terrores nocturnos y el sonambulismo, y pueden ser especialmente útiles si los episodios ocurren en grupos. Se pueden intentar antidepresivos tricíclicos cuando los benzodiazepinas no tienen éxito.
El uso de estos medicamentos generalmente no es necesario y solo debe considerarse después de discutir con un proveedor que tenga conocimientos sobre trastornos del sueño en niños.